¿Te imaginas que un médico te diagnosticara usando una calculadora del siglo XIX? ¿O que evaluara tu salud basándose en herramientas diseñadas antes incluso de que existiera la anestesia moderna?
Pues bien, eso es exactamente lo que pasa cada vez que alguien usa el Índice de Masa Corporal (IMC) para determinar tu salud.
Y es que, igual que hemos evolucionado en tratamientos, técnicas quirúrgicas, prevención, genética y en prácticamente cualquier área de la medicina, también deberíamos actualizar la forma en la que medimos y entendemos la salud. Por eso, seguir fijándonos exclusivamente en el IMC es como intentar diagnosticar el siglo XXI con herramientas del siglo XIX.
Todo empezó con un matemático belga
El IMC nace en un contexto muy distinto a la realidad actual, de hecho, se trata de una fórmula matemática que no fue creada por un médico, sino por un estadístico belga llamado Adolphe Quetelet en 1832. Sí, has leído bien, 1832, cuando aún se creía que lavarse las manos era opcional en los hospitales.
Quetelet desarrolló esta fórmula para definir las características del «hombre promedio» (l’homme moyen), aplicando conceptos de astronomía a la estadística poblacional. Su objetivo nunca fue medir la salud individual ni diagnosticar obesidad, sino encontrar patrones matemáticos en poblaciones.
Por eso, basar la salud en una ecuación tan antigua y limitada es, sencillamente, reducir el cuerpo humano a un número. Y la salud es mucho más que eso ¿no te parece?
En este artículo te contamos por qué el IMC se ha quedado obsoleto, cuáles son sus limitaciones reales y qué alternativas nos permiten entender la salud de forma más completa y ajustada a cada persona.
El estigma del peso: el problema de medir personas como sacos de patatas
Pues sí, a día de hoy nos seguimos enfocando en los kilos en lugar de en la salud. Esta perspectiva pesocentrista reduce a las personas a un número en la báscula, como si el valor absoluto del peso pudiera resumir su salud. Es un enfoque reduccionista que ignora la complejidad del cuerpo humano y todo lo que influye en su composición.
IMC bajo≠salud Ι IMC alto≠enfermedad
Vamos a dejarlo claro de una vez por todas: un IMC bajo no es sinónimo de salud, igual que un IMC alto no es necesariamente enfermedad. Lo que realmente importa es de qué está compuesto ese peso: no es lo mismo perder kilos a costa de masa muscular que aumentar ligeramente porque estamos ganando músculo.
De hecho, cuando mejoramos hábitos (comemos mejor, nos movemos más, entrenamos fuerza) es habitual que la báscula apenas cambie, o incluso suba, mientras el cuerpo se vuelve más sano. Es el resultado natural de una reestructuración de la composición corporal: más músculo, mejor hidratación, distinta distribución de la grasa… cambios invisibles para el peso, pero muy visibles para la salud.
La falacia de la ecuación calórica
A esto se suma que, durante años, se ha explicado la pérdida de peso como una ecuación rígida:
calorías ingeridas < calorías gastadas = perder peso
Como si nuestra salud (o nuestro funcionamiento) fuese una hoja de Excel. Pero los seres humanos no somos máquinas cerradas; somos sistemas abiertos y complejos. Nuestro peso no depende solo de lo que comemos o gastamos. La calidad del sueño, el manejo del estrés, la hidratación, el entorno, las hormonas y hasta nuestro historial de entrenamientos influyen en cómo el organismo responde.
Medir la salud únicamente a través del peso es, en definitiva, quedarse en la superficie. Para entender de verdad el estado de una persona hay que mirar más allá del número y valorar lo que ese número no cuenta. Sería como juzgar una casa por su fachada, puedes pensar que es perfecta porque es bonita y cuidada… pero luego por dentro puede estar abandonada y en ruinas.
Entonces, ¿qué importa realmente?
Don’t panic! Que hay esperanza, y es que cada vez más investigaciones se centran en la adiposidad —la cantidad, distribución y función del tejido adiposo—, un enfoque mucho más preciso y útil que un simple número. Y cada vez somos más los/as profesionales que defendemos métodos que entienden la salud como un sistema complejo, no como una fórmula matemática del siglo XIX.
Por eso, en lugar de obsesionarnos con un número que nos dice tan poco, deberíamos fijarnos en:
La visión Saludando: más allá de la báscula
Desde Saludando también entendemos la salud como un camino, no como un número. Creemos que todo suma: pequeñas acciones diarias, sostenibles y adaptadas a tu vida, que te acercan a tu versión más saludable.
No existe un modelo universal de salud; existe TU modelo de salud, el que encaja con tus objetivos, tu ritmo, tus necesidades y tu realidad. Y nosotros/as estamos para acompañarte en ese proceso, más allá de lo que marque la báscula.
Por eso apostamos por una perspectiva integral: en nuestros centros encontrarás entrenamiento personal, nutrición y fisioterapia; planes de alimentación y rutinas de entrenamiento online que se ajustan a esos días más ajetreados; pausas activas para combatir el sedentarismo; y, cuando hace falta, también un espacio para desconectar y sentirte mejor —porque un entrenamiento compartido puede ser tan terapéutico como efectivo.
El futuro de la evaluación de la salud
Ojalá se inventase una báscula que, en vez de meter tu edad, altura y con el peso te devuelve el IMC, fuese una herramienta que metiendo tu actividad física y alimentación, edad, altura… te dijera: estás más fuerte que el vinagre… bebe más agüita amigo/a… te falta algo de masa muscular, dale caña a la fuerza…
Hasta que eso ocurra, en Saludando seguimos trabajando con el objetivo de ayudarte a construir una versión más fuerte, más flexible, más funcional y más vital de ti mismo/a.
Una salud que se vive, no que se pesa. Una salud que se ajusta a ti.


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